En mi infancia, soñaba con investigar, adentrarme en lo profundo del mar, estudiar las rocas de una majestuosa montaña, o aventurarme en el bosque, simplemente para contemplar los árboles, y ver como sus hojas se movían al ritmo del viento, deseos tan poco realistas y bastantes presuntuosos para una chica ordinaria promedio, siempre altruista, aun cuando el significado de esa palabra fuese del todo desconocido, QUERÍA IMPACTAR, luchar por ser distinta.
El tiempo pasó, y esos sueños tan profusos empezaron a deshacerse en la enmarañada tragedia psicosocial que es la vida, llena de desaciertos, de dolores sin sentido, de profundos sentimientos encontrados, de enamoramientos que cambian el rumbo, de decisiones desatinadas, de un proyecto de vida distinto al que siempre soñó aquella niña sentada en el jardín contemplando el cielo. Lo cierto es que al crecer, y aun cuando añoras tus más que divertidos universos paralelos, decides encerrarlos muy dentro de tu subconsciente, para no lastimarte al recordarlos, pues siendo adulto concibes fervorosamente que estas en función de una vida realista, en cumplimiento de los deberes diáfanamente delimitados por una sociedad, “¡hey! No puedes ir por ahí, viviendo de ilusiones, pon los pies sobre la tierra, aquí en el mundo real no vives de sueños, solo debes estudiar una carrera que te lucre económicamente para ser alguien en la vida”, reclamo acertado dentro de los parámetros sociales permitidos.
De repente, te miras al espejo y has crecido tanto, que olvidaste sonreír movilizando el total de tus órganos, tu risa solo logra reflejarse en tu rostro, no en tu interior. Ahora, el miedo es quien gobierna. Sí, ese miedo que te cohíbe, te marchita, te obliga a esconder tu verdadera esencia, dudas de todo, luchas por sobrevivir, pero para lograrlo irónicamente, dejas de vivir, intentas hacer todo aquello que no te ponga en peligro, que te mantenga ¡¡¡¡¡VIVO!!!! Es en serio, así lo piensas, lo crees angustiosamente. Y entonces, como si siempre hubiese estado ahí, denotas como un sentimiento desconocido, pero inmensamente irritante gobierna tus pensamientos, te vuelves su presa.
No sabes cómo apareció, solo lo sientes. Pero ERES TÚ quien lo siente, nadie lo entiende… Si se lo comentas a alguien más, esa persona jamás va poder dar crédito a tus dichos, y tal incredulidad es apenas justa, porque como va ser posible que de repente no puedas respirar, o pasar saliva, o creas que algo malo siempre va a suceder, ¡nadie lo entiende!, quien podría hacerlo, “como no vas a poder subirte a un ascensor sola”, “como vas a sentir miedo al volar”, la pregunta más acertada entonces sería, ¿Cómo vives?, como sigues de pie, como sales a la calle, como intentas subsistir sin que aquel inquilino mental molesto interrumpa tu paz; no obstante, lo único cierto, es que aquel huésped aparece cuando menos lo esperas.
Me recrimino y pienso, definitivamente no fue mi crianza, siempre fui feliz, bastante protegida quizás, mis padres no me permitieron dar rienda suelta a mi imaginación, son temerosos… Me amaban demasiado como para dejarme hacer tonterías -protegerme era su forma de decirme que me amaban muchísimo-, lo piensas una y otra vez porque constantemente buscas una respuesta, un ¿por qué a mí?, que reacción química o física, ocurre en el cerebro de los demás, y porqué el mío actúa diferente. ¡¡¡SOLO QUIERO SER FELIZ!!! Me repito diariamente, ¡me encanta vivir!, pero lo quisiera hacer a plenitud, tantos mundos creados en mi imaginación no pueden ser en vano, alguno de ellos debo recrear en mi realidad, solo que aún no encuentro como convencer a mi mente de ello, en este punto, creo firmemente que ella, ¡sí!, mi mente, no me tiene confianza, no la suficiente para dejar en mis manos el rumbo de mi existencia, me cree incapaz de cuidarme.
¡SOY ANSIOSA!, lucho con ello, día tras día, deslizando mis sentidos en recrearme otro mundo, intentando vaciar mi cuarto de san alejo mental, ese donde metí toda la basura que me llevó a sentirme así, intento desocuparlo para crear nuevas interpretaciones de la vida, o sin ser ambiciosa, al menos una donde el miedo NO SEA EL PROTAGONISTA, donde mi fe sea más poderosa, la fe tomada como esa FUERZA QUE MUEVE EL MUNDO, la que el oyente quiera interpretar, y en donde la quiera encontrar, porque es aquella a la que te apegas para levantarte cada mañana y seguir. En mi caso, concentró mi energía en una solo cosa ¡ME ENCANTA VIVIR!, aun cuando mi cuerpo genere acciones distintas a esa genérica apreciación, siempre intento repetir que ¡estoy bien! En algunos leves momentos de crisis, esa frase logra darme tranquilidad, en otros, un poco más efervescentes el antídoto suele tardar, y debo hacer acopio de todo cuanto deseo, de todo cuanto tengo a mi alrededor para no desfallecer, para sentir que estoy en el aquí, en el ahora… Vaya que es difícil convivir con tu enemigo, tanto que por momentos lo crees indestructible y sin querer te eliminas, sucumbes a una secuencia ilógica de proyecciones negativas sobre tu futuro.
Pese a ese devenir de emociones, son numerosos los inconstantes momentos de lucidez, en los que optó por vencer, por ser mi propia protagonista victoriosa. Me veo recreando la fuerza poderosa que trae consigo la voluntad, y entonces escribo, hablo y describo fervientemente a ese huésped que camina conmigo, aquél que ha decidido a toda consta controlar mis pensamientos, lo habló con la firme convicción de que puedo lograrlo, que puedo hacer que todo este aprendizaje juegue a mi favor, y empiezo entonces por considerar que el miedo no va a ser más mi enemigo, que cuento con las agallas para controlarlo, y que incluso, puedo utilizarlo solo cuando sea estrictamente necesario. Son estas pequeñas acciones las que me inundan con una fuerza apasionada, que me lleva a imaginarme cruzando el mundo, volando sobre las nubes, atravesando océanos de agua, con el único ideal de llegar a ese sitio que imagine para mí, cuando era tan solo una niña.
Me veo tan claramente a través de esos inconstantes momentos de lucidez, que en ese instante de poderoso renacimiento, decido vestir de gala mi voluntad, y la acompaño de la mejor de las compañeras, quien ha sido testigo de mis incontables batallas, ella, la ¡MÚSICA!, y entonces entiendo que la vida es tan simple, y que su deleite está en disfrutar aquello que tiene más significado, hoy, miraba a mi perrita, acostada junto a mi silla, observaba su rostro, tan perfectamente delimitado, esos enormes y profundos ojos, contemplaba su apaciente tranquilidad, y simplemente me transportó, viaje y me vi en mi sueño siendo adulta, corriendo por un campo lleno de flores, siendo libre…
Es así como trascurren mis días, es así como intento sobrevivir un día a la vez, es así como busco dentro de esa montaña rusa de emociones encontrar mi camino, y proveer de entusiasmo a mis incontables neuronas pesimistas. Y comparto cada sensación, porque quizás alguien más necesite oírlo, saber que no está solo, que luchamos juntos, que somos invencibles, que si hemos atravesado todo este empedrado sendero, es porque nuestro deseo, es salir de este túnel oscuro.
Sé que muy pronto la aventura de infancia, será ¡MI AVENTURA! Y entonces, escribiré sentada en la cima de un acantilado, con el viento tocando mi rostro, viendo maravillada la inmensidad del mar, y ¡SONRIENDO! Utilizando todos mis órganos, sonriendo, desde lo más profundo de mí ser.