Empecé mis aventuras como diseñador trabajando a los 22 en diferentes ateliers creativos.
Ahorré para viajar a Francia. Desde Charles de Gaulle tomé un vuelo rumbo El Caribe y me tomé un aguapanela y un par de empanadas con mi amigo Hernández. Habían pasado varios años desde que vivía en Colombia donde trabajé en agencias de publicidad, (unas más comerciales que otras), pero todas, compartían algo: se dedicaban a la creación de la comunicación e identidad de marcas. Lo dejé por el estrés y ahora trabajo en remoto, siempre, con una piña colada y música a 185bpm de fondo.